domingo, 28 de agosto de 2011

Econocomentando

Primero, disculpas por estar fuera del aspecto radioeléctrico, pero hubo problemas técnicos, que por fín solucioné.

Pero la época es oportuna para hacer un par de reflexiones sobre como marcha la economía mundial y la doméstica.

Estamos a cuatro meses de terminar el año y no se mira claro si se podrá evitar otra crisis económica mundial, la cual comenzó a fraguarse con los problemas de deuda en que cayó Grecia el año pasado y que a la fecha, tras dos rescates financieros por parte de la zona euro para evitar su quiebra, aún no se sabe si el gobierno podrá levantar la economía del país.

Pero Grecia fue solo la muestra de algo peor que está por venir, y que cada día se acerca con mayor fuerza: una recesión económica mundial de inimaginables consecuencias, a tal grado que algunos analistas, se atreven a decir que será mayor que la de 2008, que dejó a muchos países, entre ellos El Salvador sin poder recuperar los niveles de crecimiento del PIB y empleo con que cerraron ese año.

Grecia contaminó a otras economías como la de Irlanda, Italia, Portugal y ahora se habla de que en Francia ya están aflorando algunas manifestaciones de esa contaminación. Como si eso fuera poco, la economía más grande y poderosa del planeta, la de Estados Unidos, fue arrastrada por la crisis de 2008 y está a las puertas de otra recesión, según reconocidos economistas.

Tras haber emitido 600,000 millones de dólares para el rescate de Lehman Brother, a fin de evitar su quiebra, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) se metió en un serio problema, sin imaginarse que tres años más tarde esa medida le costaría la pérdida de un peldaño (de AAA a AA+) en su calificación de riesgo soberano, por parte de Standard & Poor's.

Tras la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense, la economía mundial se estremeció; las bolsas del mundo cayeron al solo conocerse la noticia de que Standard & Poor's estudiaba la posibilidad de disminuir la nota a la nación más poderosa del mundo. La caída fue más drástica al concretarse la decisión de la calificadora.

Desde entonces se habla con mayor insistencia de que una nueva y más fuerte recesión de la economía mundial está más para acá que para allá. Este torbellino económico que se acerca ha sido reforzado por los vientos de una posible crisis de los bancos franceses, lo cual amenazó con costarle al país galo la máxima categoría de deuda emitida por Standard & Poor's, pero que gracias a Dios no ocurrió.

Todos estos acontecimientos económicos y financieros se están revolviendo y, lo más probable, es que de dicha unión surgirá la mayor recesión que la humanidad recuerde jamás. Ojalá que los analistas se equivoquen aunque sea esta vez, y que semejante amenaza no se concrete por el bien de la humanidad entera.

Si la crisis económica de 2008 hizo retroceder grandemente los logros alcanzados en el combate de la pobreza, la pobreza extrema y la relativa, pues se estima que por lo menos 100 millones de personas que estaban por encima de esos niveles de vida, cayeron tras la crisis. Imaginémonos cuáles serían las catastróficas consecuencias de una nueva crisis mucho más letal que la anterior.

EL SALVADOR

El Salvador no escapa a estos fenómenos económicos, a veces inexplicables para los comunes de los mortales como yo, pero que sí se sienten en el bolsillo a la hora de comprar las tortillas y los frijoles.

Muestra de ello es que al hablar con la gente, o escuchar sus comentarios sobre la situación económica del país y la de las familias, todo mundo tiene la apreciación inmediata de que el gobierno no ha hecho nada para mejorar el nivel de bienestar de la población, aunque los funcionarios digan que sí han llevado mejoría a los salvadoreños menos favorecidos.

Lo que si está claro, es que la gente, con excepción de los seguidores del partido en el gobierno, especialmente los de hueso colorado, ya no creen en las promesas de campaña del presidente Mauricio Funes, pues a la fecha el nivel de cumplimiento de las mismas ha sido raquítico, con raras excepciones, como uniformes escolares y la extensión del programa Red Solidaria.

El resto de cosas que ha hecho, prácticamente ya estaban: Subsidios a la electricidad, gas licuado de petroleo, que si antes beneficiaba a las empresas gaseras, hoy el beneficio es para los bancos que se embolsan unos centavitos por abonarlo a las cuentas de ahorro de sus clientes.

Carreteras nuevas no hay, ni siquiera la Diego de Holguín que dejó abandonada el anterior gobierno han podido terminar; el nuevo hospital de maternidad, del cual solo se puso la primera piedra, es otro ejemplo del fracaso de la actual administración pública. La infalación en julio alcanzó los 6.5%, superando por mucho el poder adquisitivo de las familias, sobre todo de escasos recursos económicos.

La delincuencia es ahora más insoportable que hace tres años atrás. Se respira en las calles a pie y dentro de las unidades del transporte colectivo se siente en cada indivíduo que se sube, pues aunque no lo sea se le asocia inmediatamente con pandilleros, sobre todo si es hombre. La tranquilidad es una palabra que ya no existe en el léxico de los salvadoreños.

Del empleo ya no se diga. No se han recuperado ni siguiera los trabajos que se perdieron tras la crisis de 2008; a ello ha contribuido mucho el estancamiento de la llegada de inversión extranjera y de la local, que no reaccionan sobre todo por los altos niveles de delincuencia e inseguridad jurídica del país.

A lo anterior se suma el discurso, siempre impredecible del presidente, que hoy dice sí y mañana dice que no o talvez. Ejemplo el pretendido impuesto al patrimonio.
Alex Segovia, secretario técnico de la presidencia, dijo que su jefe no estaba de acuerdo con dicho tributo, pero recientemente, el mandatario pidió a la ANEP que le envíe pronto una nueva propuesta de contribución especial para la seguridad y que si no lo hacen, él enviará el proyecto de decreto que ya tiene listo.

Estas y tantas cosas parecidas son las que generan mayor desconfianza entre los empresarios para invertir más capital en hacer crecer sus negocios o crear nuevas empresas. Cabe aclarar que la mayoría de las empresas solo están manteniendo sus operaciones a la espera de que hayan reales muestras de que no habrá expropiaciones, que es el fin último de los comunistas, ahora disfrazados de socialistas del Siglo XXI.