jueves, 10 de febrero de 2011

A nadie le gusta que le toquen la bolsa

Contados con los dedos de una mano son aquellos seres humanos que no tienen puesto su afán (interés) en las cosas materiales, pero la gran mayoría, por no decir todos, vivimos preocupados por asegurar nuestro disfrute futuro.

Esa visión no es mala, persé, pero debemos vivir el presente como si fuera nuestro último día, y eso significa vivirlo a plenitud, es decir dando siempre y no de lo que nos sobra, porque eso es lástima o compasión, menos generosidad. Si actuamos de esa manera descubriremos que dando es como se recibe. No lo digo yo, lo dicen las sagradas escrituras.

Esto no solo se aplica en el caso de las regalías, aplica en las relaciones entre el trabajador y la empresa, cuando el empleado da más de lo que tiene para desarrollar con excelencia su responsabilidad, sin robarle tiempo a su empleador y cuidando los bienes de la compañía y cuando los propietarios o accionistas pagan mucho más de lo que puede considerarse justo, según la ley.

Por qué traigo a colación estos conceptos milenarios, porque tanto los trabajadores como los empresarios salvadoreños todavía no entienden o no quieren entender que las leyes naturales, creadas por Dios para poner orden en el devenir del universo, son infalibles.

No entienden que cuando uno da se crea un vació, que alguien, como dirían los economistas clásicos, David Ricardo y Adam Smith, "la mano invisible", se encarga de llenar para volver al equilibrio, sin que sepamos cómo ocurre, pero sí el por qué, porque como dice la sabiduría popular, basada en preceptos divinos: manos que siempre dan, nunca están vacías.

La palabra de Dios dice en el Evangelio de Mateo, Capítulo 6, versículos 31-33: No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Cabe destacar que Dios sabe qué es lo que necesitamos y nos lo dará si le buscamos y actuamos con justicia para con nuestro prójimo. Y la justicia pasa obligadamente por no ser "ticuiceros", lo cual aplica tanto para las personas como para las empresas y sus propietarios o accionistas, que en la gran mayoría solo piensan en ahorrar para invertir en hacer crecer la compañía y darse ellos la gran vida, mientras a sus colaboradores, que les ayudan a generar la riqueza los mantienen con salarios que apenas alcanzan para reponer las energías gastadas en la jornada laboral.

Difícilmente a esa forma egoísta de administrar los bienes que Dios nos da, no se le puede llamar "visión de país". Así no se hace patria... sino que se sientan las bases para que poco a poco se destruya por la falta de solidaridad, no entre los que más tienen entre sí, como es la lucha de las gremiales empresariales, no por el bienestar de los que poco o nada tienen, sino por defender sus intereses y privilegios de grupo.

Es que acaso no se han dado cuenta que las empresas de mayor éxito en el mundo no son las que menos pagan a sus empleados, ni las que pagan caros despachos de abogados para que les ayuden a eludir impuestos, ni las que más ahorran, sino las que mejores salarios y prestaciones otorgan a sus colaboradores y a su entorno, entiéndase como Responsabilidad Social Empresarial (RSE), para utilizar un concepto que está muy de moda.

Esa actitud, que muchas compañías exitosas ponen en práctica en su gestión de negocios, las hace cada vez más exitosas, como una recompensa inexplicable de la generosidad, que la mano invisible de Dios se encarga de que vaya en aumento, como la luz del sol avanza, en sincronía con la rotación de la tierra, hasta que el día es perfecto.

Y por qué todo este cuento, porque ha comenzado de nuevo un tira y encoge entre el Gobierno y la empresa privada, los primeros tratando de cargar con más impuestos a los que ya pagamos y los otros tratando de evitar que eso se de, con la excusa de que la economía se deprimirá más, como dicen los economistas.

Trillados están los conceptos de que el Gobierno debe reducir el gasto corriente, no seguir endeudándose, priorizar sus necesidades, es decir no comprando lo que no necesita (carros de lujo por ejemplo); pero en consonancia con el comportamiento del ser humano, hace lo que le aconsejan que no haga, igual que un niño cuando se le dice que no haga algo porque es malo. Lo hace o por capricho o curiosidad. Yo creo que más por lo primero.

Creo que en razón de la justicia, no hay que ser "ni tan tan, ni muy muy". El Gobierno debe dar verdaderas muestras de austeridad no despilfarrando el dinero, que no le cuesta, en aumentos de salarios y contratación de plazas y otras cosas que son innecesarias.

También los empresarios y los que tenemos un empleo, regularmente o bien remunerado, debemos ser más solidarios con los menos privilegiados y también debemos sacrificar un poquito nuestro disfrute presente en aras de un mejor bienestar futuro de las nuevas generaciones para que no nos vayan a cortar los dedos por quitarnos los anillos.

Qué vale más, los dedos o los anillos, analisémoslo con mente fría y dispongámonos a compartir algo más de lo poco o mucho que tengamos, aunque reconozco que a nadie le gusta que nos toquen la bolsa.

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