La actual coyuntura política y económica que atraviesa el país, debe hacernos reflexionar un poco sobre la disyuntiva de eliminar, racionalizar o redistribuir los subsidios estatales que se dan a grandes segmentos de la población.
Primero debemos tomar en cuenta que en estos días "la novia no está para tafetanes", como dice el refrán popular, porque las finanzas públicas no dan para más, pero el Gobierno se empecina en continúan con su errada política de despilfarrar lo que no le cuesta.
El Gobierno mantiene subsidios al gas doméstico, uniformes y útiles escolares, a la energía eléctrica, al transporte público de pasajeros, al agua potable, pensión universal para adultos mayores, bono a familias pobres para que manden a sus hijos a la escuela a cambio de controles de salud y entrega de semilla mejorada, para citar los más conocidos.
En un afán de mantener contentas a las grandes mayorías de población con fines electoreros, el Ejecutivo en lugar de racionalizarlos para disminuir el gasto público corriente, por el contrario, lo aumentó en 151.4 millones de dólares el año pasado, cuando se previa gastar en ello $374 millones, sin embargo el desembolsó fue de $525.4 millones.
Ese desmedido incremento en el gasto público corriente no solo fue financiado con más impuestos a los salvadoreños empleados, la clase alta y las empresas, sino con la contratación de mayor deuda pública externa, que se elevó a 11,778.3 millones de dólares, equivalente al 54% del Producto Interno Bruto (PIB).
Esto nos debe llevar a pensar concienzudamente a quienes y para qué se deben entregar algunos subsidios. En mi opinión personal pienso que únicamente se deben dar a aquellas familias que viven en condiciones de pobreza relativa y extrema, más no así a quienes ganan más de dos salarios mínimos ya sea individual o el grupo familiar (padres e hijos) que conviven bajo un mismo techo.
Eso desde el punto de vista de los ingresos, pero desde el punto de vista de las necesidades, creo que únicamente las subvenciones estatales solo deberían entregarse para educación, salud y, si acaso, para los adultos mayores que por diversas razones no se pensionaron al final de su vida productiva. Eso sí deben bien focalizados.
Por qué en salud y educación, porque son dos actividades que contribuyen a formar un capital humano saludable y educado académicamente, lo cual contribuirá en el largo plazo a mejorar las condiciones de vida de las futuras generaciones, sin necesidad de regalarles el pescado, sino enseñarles a pescar para que se forjen su propio bienestar.
Mantener el resto de subsidios, me parece que es alcahuetear la haraganería y, como si eso fuera poco, fomentar en la población de escasos recursos económicos que malgaste el dinero de nuestros impuestos en vicios y otras actividades sin beneficio para el desarrollo económico y social de la nación en su conjunto.
Como dice otro refrán: lo que no cuesta se hace fiesta. Y es que muchas personas (sobre todo del sexo masculino) ya estarán pensando que con los ocho dólares que les entregarán de subsidio por el gas doméstico para cocinar, ya estarán pensando que van gastarse ese dinero en un par de polarizadas más cada mes.
Y como reza otro adagio popular: nadie valora lo que tiene hasta que lo pierde, en otras palabras al subsidiar a Mundo y Reimundo, se fomenta el despilfarro, porque la gente como sabe que se lo regalan no hacen el esfuerzo por ahorrar, lo cual es beneficioso para las familias como para el país en general, recursos que a al final se pueden invertir en formar mano de obra más capacitada y calificada y con ello comenzar a caminar por la senda del desarrollo.
miércoles, 9 de febrero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario