domingo, 2 de enero de 2011

Año Nuevo

Año Nuevo, vida nueva dice el refrán popular. Por eso en este 2011 debemos cambiar aquellas cosas que no nos permitieron la realización completa en nuestro proyecto de vida.
Lo primero es ponernos a cuenta con nuestro Dios. Ese Dios amoroso que, a pesar de nuestros pecados, siempre está dispuesto a perdonarnos y darnos cuánto le pidamos, si lo hacemos con fe y poniendo también de nuestra parte lo que nos corresponde, todo el esfuerzo que podamos hacer para lograr lo que nos propongamos con su ayuda.
Comencemos por hacer un recuento de lo que no hicimos bien, y si algo de eso todavía está en nuestro proyecto de vida, propongámonos hacerlo mejor este año.
Ser una mejor persona nos ayudará mucho. Armarnos de mucho valor para tomar buenas decisiones en todo proyecto que visualicemos emprender también nos será imprescindible.
No debemos olvidar que para lograr el éxito en todo lo que emprendamos, debemos primero poner todo proyecto en las manos de Dios, y poner mucha dedicación, voluntad y todo el conocimiento que tengamos al respecto y buscando la ayuda de personas que saben más que nosotros sobre el tema.
Si hemos sido desordenados en administrar nuestras finanzas, este año ordenémonos y todo nos saldrá bien. Veremos cómo haciendo un uso más racional de nuestros recursos, éstos nos alcanzarán para algo más.
No gastemos en cosas innecesarias, solo porque las encontramos en oferta, adquiramos única y exclusivamente lo que necesitemos para la familia.
Seamos austeros, más no tacaños; en la medida de nuestras posibilidades tratemos de ayudar a alguien que sepamos que tiene necesidad de algo que nosotros estemos en condición de dar sin esperar nada a cambio.
Cuando demos algo nunca lo hagamos pensando en que esa u otra persona nos devolverán el favor: Creo que en esto no aplica el refrán que dice: hoy por ti, mañana por mi.
En lugar de pedir aumento de salario, primero demostremos que lo merecemos y luego, estoy seguro, que sin pedirlo, nos lo darán.
Eliminemos esa actitud egoísta que hemos mantenido siempre de pensar que el Gobierno tiene la obligación de darnos casi todo a cambio de los pírricos impuestos que pagamos. En vez de ello, seamos consecuentes con las necesidades de los que menos tienen y paguemos si es posible más de los tributos que nos tocan para que el Estado pueda ayudar a los más pobres.
Cuando tengamos que elogiar lo bueno de alguien, hagámoslo en público, y cuando nos toque criticar a alguien pensémoslo más de una vez y, solo que sea necesario, llamémoslo y digámoselo a él solo, con el debido respeto y el respectivo consejo.
Si algo no nos gusta, pero no nos incumbe o no nos afectan sus consecuencias, sencillamente ignorémoslo.
Algo importante es que debemos comprender que la felicidad no se logra solo teniendo todo las cosas materiales que nos mejoran nuestro bienestar, a veces se es más feliz compartiendo lo poco que tenemos que tratando de acumular todo lo que podamos para nosotros solos. No seamos como el azadón, solo para adentro; tenemos que ser como la pala que siempre está dando.
Y sobre todo démonos tiempo para disfrutar de las bellezas naturales que nuestro Dios dejó. No seamos como la rueda que corre y corre, y aunque llega más rápido a su meta, en el caso de nosotros de lograr todo lo material para nuestro bienestar, no tiene la oportunidad de apreciar la belleza de la creación.
Y sobre todo amemos a Dios con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente y a nuestro prójimo como a nosotros mismos y lo demás vendrá por añadidura.

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