martes, 11 de enero de 2011

Carta al presidente

Como ya pasó la Navidad y el día de los Reyes Magos, entonces le envío esta carta al presidente de los salvadoreños, no sé si de todos, pero quiero pedirle lo que cualquier ciudadano de a pie podría requerirle.
Primero que nada, que ya es hora de hacer algo por combatir los problemas fundamentales que aquejan a todas las personas que vivimos en este Pulgarcito de América, que son: La delincuencia, la falta de seguridad jurídica, aunque esto también depende de la Asamblea que hace las leyes y de la Corte Suprema de Justicia que debería hacer que se apliquen y cumplan; la falta de rumbo económico y las contradicciones entre él y su partido, que no reflejan la unidad de criterios con que se debe gobernar un país.
También que debe evitar, en cuanto le sea posible, seguir contratando deuda pública, a no ser que sea para inversión en actividades productivas, no se debe caer en la teoría keynesiana de abrir hoyos y volverlos a tapar solo para generar empleo; reducir el gasto corriente, y esto va con los tres órganos del Estado, como la compra de flotas de vehículos, a menos que sea estrictamente necesario; aviones, viajes al extranjero (evitando que vayan funcionarios innecesarios y periodistas), publicidad, aumentos de salarios (pues los empleados públicos son los que mejor ganan) y evitar el despilfarro de papelería, útiles y equipos de oficina, que es algo común en todas las entidades públicas, para mencionar algunos.
No espero que esos problemas se eliminen, porque sería una utopía, pero al menos que se reduzcan, con lo cual se enviará un mensaje de certidumbre tanto a los inversionistas locales como extranjeros para que comiencen a invertir aquí, con lo cual se generará empleo, crecerá el consumo y aumentará la recaudación tributaria, sin crear nuevos ni aumentar los impuestos, que se necesita para mejorar los servicios públicos, en especial la salud y la educación, que son pilares fundamentales para el desarrollo y crecimiento económico sostenido de largo plazo.
También debe evitar la tentación de subir impuestos o crear nuevos para aumentar la recaudación tributaria, mejor se deben buscar los mecanismos para hacer que paguen los que siempre han evadido y el sector informal que mueve grandes volúmenes de mercancías por medio de vendedores ambulantes.
Es de justicia que todos paguemos impuestos, y no que la carga tributaria recaiga únicamente sobre los mismos de siempre, en especial los asalariados que no tenemos manera de evitar que se nos descuente la renta de nuestros salarios, pues el empresario y los profesionales independientes se las arreglan para trasladar este impuesto a los consumidores.
Hay actividades productivas que por ser altas generadoras de empleo deberían tener incentivos, pero que no sean dádivas del Gobierno (como el drawback) o las exenciones fiscales, sino más bien crear la infraestructura y condiciones de operatividad necesarias para mejorar su desempeño.
Lo anterior pasa por mejorar el estado de las carreteras, bajar las tarifas en puertos y aeropuertos, bajar los intereses para capital de trabajo, reducir los trámites para la creación de empresas, concesionar a un inversionista de clase mundial y convertir el puerto de La Unión y su zona extraportuaria en un parque industrial donde se transformen las materias primas y se añada valor a algunas mercancías importadas para luego exportarlas.
Con la construcción de la Carretera Longitudinal del Norte, con los Fondos del Milenio (Fomilenio), que estará terminada el tercer trimestre del próximo año, se abre una buena oportunidad para descentrlizar gran parte de la estructura productiva nacional, lo cual puede llevar desarrollo a esa franja del territorio y, lo que es mejor, detener la migración del campo a las ciudades del gran San Salvador.
También se debe hace un mejor uso de los tratados de libre comercio, sobre todo el CAFTA, propiciando la atracción de empresas extranjeras de países como Brasil, China, India, Rusia (BRIC) y otros que por su enorme distancia con Estados, les saldría más barato establecerse en El Salvador y exportar desde aquí al mercado más grande del mundo y otras naciones con las que tenemos tratados de libre comercio.
En fin hay tanto que se puede hacer para que la economía de El Salvador despegue y crezca sostenidamente, pues tenemos la ventaja de que al ser pequeños solo necesitamos re dirigir nuestras exportaciones a aquellos países que son altos consumidores como Estados Unidos, México y Canadá, además de los que tenemos cerca en Centroamérica, Sur América y quizá Europa; para qué buscar mercados tan lejanos como los de Asia, si los costos respecto de sus vecinos nos van a sacar de competencia.
Con una buena política de exportaciones basada en añadir valor a lo importado, más los bienes netamente locales y tradicionales, lo único que falta es creatividad y atacar los principales problemas que nos mantienen estancados. Lo demás vendrá por añadidura.

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