2011 podría ser un año de esperanzas si el Gobierno, después de 18 meses de aprendizaje sobre la conducción del país, comienza a hacer bien las cosas, no digo que todo lo haya hecho mal, pero aparte de repartir migajas entre los más pobres, no ha hecho mucho para mejorar la situación económica de la clase media baja y media, que es sobre quienes recae la mayor parte del peso de mantener al Gobierno con el aporte de sus tributos.
De los que pagamos impuestos, no todos podemos evadir, ni debemos hacerlo; los desempleados y los pobres que ganan el salario mínimo no aportan tributos al fisco, con excepción del IVA que lo pagamos por igual en cada bien o servicio que consumimos.
A parte de ello, y en el caso del impuesto sobre la renta, Los inversionistas, empresarios y profesionales independientes se las ingenian a través de sus abogados y contadores para trasladarlo a los consumidores, pero los asalariados estamos crucificados porque nos lo descuentan en la planilla.
De manera que es la población económicamente activa empleada, con remuneración por encima del salario mínimo, sobre quien descansa el grueso de los ingresos tributarios que recibe el Gobierno, como repito con excepción del IVA que lo pagamos todos.
De allí que, como ocurre en todo el mundo, es este segmento de población el que mantiene a los empleados públicos, paga los subsidios estatales al gas para cocinar, a la energía, el drawback de los exportadores, la semilla mejorada de los campesinos que siembran el maíz y el frijol, y buena parte de las contribuciones especiales para el Fosalud, el Fovial, el transporte colectivo, el pago de pensiones.
Además mantenemos con nuestros cotizaciones el Instituto Salvadoreño del Seguro Social, que una buena parte de nosotros no utilizamos por la mala atención, pues de dos o tres medicamentos que recetan, al menos una hay que comprarla, aparte de que dejan citas hasta para un año, por lo que incurrimos en gastos extra yendo al médico particular y a hospitales privados.
Como si eso fuera poco tenemos que invertir en educación privada para nuestros hijos, pues el sistema público no cubre los anhelos de tener una juventud bien preparada para optar a un empleo digno y bien remunerado que llene sus expectativas de vida y un futuro mejor.
También por la falta de seguridad policial, muchos salvadoreños pobres, de clase media baja, clase media alta y algunos ricos son extorsionados por las pandillas o tienen que pagar altas sumas de dinero en vigilancia privada en sus lugares de residencia y centros de trabajo para protegerse de la delincuencia.
Para colmo, el nuevo gobierno ha rebasado los límites del endeudamiento público, fondos que en su mayoría son para gasto corriente, que al final del día terminaremos pagando los mismos salvadoreños, siempre con nuestros impuestos.
A pesar de todo ello, este año puede ser mejor si la mayoría de los 7.4 millones de salvadoreños que vivimos aquí hacemos a un lado la indiferencia, la desidia, la desesperanza y el negativismo y nos armamos de optimismo, coraje y valor para empuñar las armas del trabajo, la educación y el emprendedurismo, necesarios para forjar una patria mejor, en la que no volvamos a poner nuestras esperanzas de progreso en los gobiernos, que muy poco pueden hacer por nuestro bienestar, que al final depende del esfuerzo que cada uno de nosotros pongamos en superarnos a nosotros mismos para lograr un futuro mejor.
Debemos entender que los gobiernos no generan empleos, que esta tarea es responsabilidad de los inversionistas y empresarios, debemos entender que a los políticos no les interesa legislar, ejecutar e impartir justicia, sino es para sus propios intereses y el de sus financistas de campaña.
y que el bienestar de la población es lo menos en que piensan, porque son expertos en vivir prometiendo un mundo mejor, que es lo que menos quieren, porque saben que en la medida que las familias progresan menos creerán su sarta de mentiras con las que pretenden convencernos de que luchan por mejorar lo que está mal.
Finalmente, compatriotas, debemos entender que el bienestar colectivo, solo lo lograremos en la medida que cada uno de nosotros se esfuerce individualmente por ser cada día mejores padres, mejores, hijos, mejores esposos, mejores patronos, mejores empresarios, mejores trabajadores, mejores vecinos, mejores compañeros de trabajo y mejores amigos.
Solo cuando sintamos el dolor ajeno y entendamos que es nuestro deber ayudar a quienes lo padecen compartiendo con ellos el producto de nuestro trabajo, estaremos listos para empezar a crecer económicamente, porque entonces al fin comprenderemos que si Dios hubiera querido ser egoísta y disfrutar él solo los frutos de su creación no hubiera creado al ser humano para compartirlos.
lunes, 10 de enero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario